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Tuesday, February 28, 2006

SUEÑOS DE CICELY

por Jordy Santos

Podemos pasarnos una vida entera soñando cosas que nunca pasarán, y también pasar un día entero pensando en sueños que parecen inalcanzables, pero que sabemos que tarde o temprano se harán realidad, a mí me pasó, me refiero a lo último. Durante muchos años desee ir a un lugar mágico, donde parece que el tiempo se detuvo, un sitio donde me refugié cuando no quería ver lo que estaba a mi alrededor, o simplemente cuando me quería olvidar de todo, ese sitio tiene un nombre y se llama Cicely, está en algún lugar de Alaska, no se sabe muy bien dónde, quizás en el centro, quizás en el norte o incluso en el sur, en definitiva en nuestra imaginación. Pero este lugar tiene nombre y ubicación real en un mapa, se llama Roslyn, en el estado de Washington y está a dos horas en autobús al norte de Seattle, muy cerca de Canadá, hasta ese sitio me fuí solo para encontrar algo, no sé muy bien qué, sélo sé que lo encontré.

Aquella mañana me levantée algo nervioso (no voy a decir que no), todo el día estuve de un lado para otro, intentando matar el tiempo y apaciguando los nervios, a la noche saldría un bus de mi ciudad (Lugo) al aeropuerto de barajas (Madrid) donde cogería el primer de los dos aviones de este largo viaje.

El autobús salio a las 12 en punto de la noche de mi cuidad, dirección el aeropuerto, apenas dormí nada, simplemente porque es muy difícil dormir en un autobús, durante el trayecto mandé un montón de mensajes a personas que me importaban de verdad, mensajes como “sabes? Me marcho para Cicely, a que es increíble?”, algunos me contestaron, otros no.

A la mañana, muy temprano cuando el sol empezaba a salir, llegué al aeropuerto, saqué mi maleta del autobús y me dirigí a la consigna, allí mismo me paré un instante y durante un segundo un fuerte escalofrío me invadió el cuerpo, era algo como cuando después de mucho tiempo uno ve a una ex novia y siente un gran ardor en el estomago (y uno sabe que a pesar del tiempo aún siente algo por ella, y no puede olvidarla), eso fue lo que sentí yo en aquel momento. Pase las 5 horas largas que me quedaban por delante paseando por el aeropuerto, cuando ya no podía mas, me senté a tomar un café tempranero en una de las cafeterías, justo delante tenía un gran ventanón donde se podía ver a los aviones aterrizar y despegar, allí estuve un buen rato pensando en muchas cosas, que ahora no voy a contar porque no tengo ni ganas ni tiempo. Se acercó a mi una mujer de la limpieza del aeropuerto y me preguntó si iba a Shangai (China), yo le dije que no, que iba a New York y después a Seattle, ella me dijo: “Jolin chico, cómo te mueves, cómo me gustaría ir a New York, ese es uno de mis sueños”, yo le contesté que ya había estado y que en verdad era muy bonito, pero no más bonito de lo que puede ser Paris, Lisboa o La Habana, pero si que era diferente, diferente a todo y ahí estaba el secreto de su belleza. Aquella mujer se despidió (tenía cosas que hacer) y me deseó un buen viaje, yo le contesté asentando la cabeza, seguí tomando mi café. Al poco tiempo me levanté, mi avión iba a salir.

Caminé por el túnel que iba dar al avión, y corrí, cada vez más deprisa, tenía ganas de meterme dentro, llegar cuanto antes, quería llegar a Cicely ya.

Al sentarme en el avión observé que una chica también lo hacia a mi lado, cuando llevábamos media hora empezó a hablar conmigo, me dijo ”bueno voy a empezar a hablar yo, porque como veo tu no lo haces, nos queda por delante 8 horas de avión, y va a ser algo incómodo”, yo sonreí y le contesté que no tenia inconveniente en hablar, solamente que iba pensando en mis cosas (yo nunca suelo hablar primero con nadie, Luego cuando conozco a la persona ya hablo mas, y después ya no hay nadie quien me pare. Siempre actuó así, a veces hasta parezco muy raro). Aquella chica (de cuyo nombre no me acuerdo, pero si que era preciosa) me dijo que era bailarina, que bailaba en Broadway y por todos los Estados Unidos!!, se traía este viaje a su familia para que pudiesen conocer el país, ahora ella vivía en Florida, su historia me impresionó muchísimo, ¡Una bailarina española triunfando en Broadway!, yo le conté mi historia y sí que se asombró, incluso más que yo con la suya “un chico que viaja solo a Cicely, Dios mío hay que estar loco!”, yo afirmé que sí, que lo estaba.

Al llegar a New York tuvimos todos muchos problemas para entrar en el país, fue la primera vez que pude ver las miserias de una guerra sin sentido.

Ya en el John Fitzgerald Kennedy Airport nos despedimos y nos deseamos suerte en la vida, y cada uno por su lado, ella se esfumaba con su familia entre la muchedumbre del aeropuerto mientras yo la perdía de vista.

Tuve que esperar unas 6 horas más, hasta que saliese mi vuelo dirección a Seattle, di paseos con mi mochila de mano al hombro por todo el aeropuerto, mirando para todas las razas imaginables que puede haber en el mundo. Subiendo, bajando escaleras, de aquí para allí, así unas cuantas horas. También llamé a casa para decirles que mi primer vuelo había salido perfecto.

Cogí el segundo y último avión dirección Seattle, en este viaje llevé como acompañantes a una pareja de Rusos, yo le dije que mi perro también era ruso, y que se llamaba Boris en honor al ex presidente Boris Yeltsin, les hizo mucha gracia, no hablé más con ellos en todo el vuelo, más que nada porque fui durmiendo, durante el vuelo el avión se movió bastante, pero no le hice mucho caso, estaba cansado y quería dormir.

Llegué a Seattle, ya era de noche, creo que eran la 1 de la madrugada, solo sé que era tardísimo y yo estaba muy cansado, me fui directamente a recoger mi gran maletón, estuve un buen rato, pues parecía que mi equipaje no salía por la cinta transportadora, después de un largo rato, apareció.

Justo cuando iba caminando con mi equipaje (no sé muy bien dónde) un gran alboroto se formó tras de mí, me giré y pude ver un montón de soldados que venían de la guerra de Irak, dios mío, tenían que ver sus rostros, pude interpretar miedo, angustia, felicidad, sosiego, pero también tenían que ver como se abrazaban a sus novias, hijas, hermanas, madres, padres…Si aquellos eran los vencedores de una guerra,¿ como estarían los perdedores…?.

Me dirigí a un Rent a Car, deseba llegar a Cicely cuanto antes, y quería hacerlo en coche, así que fui a alquilar uno, me atendió un chico negro (afroamericano), muy simpático y agradable, me enseñó los distintos modelos de coches, me quedé con el más barato, en total 400 euros, era un Dodge con techo solar. Me acompañó hasta donde estaba aparcado, me dijo como funcionaba, no me diera cuenta que los coches americanos son automáticos. Encendí el coche y en ese instante me di cuenta que no estaba muy seguro de lo que hacía, pero ahora no me iba a echar atrás (“siempre al frente” decía el poeta Rimmbaud), Salí del aeropuerto dirección Seattle, en las emisoras sonaba Country, y en mi cabeza la conciencia que me decía que no estaba haciendo lo correcto. A lo lejos podía ver los pocos rascacielos que tiene Seattle, bueno sólo podía ver sus luces, era algo precioso. Llegué a Seattle y di unas cuantas vueltas en el coche por la ciudad, apenas había nadie, pude ver en la calle un par de personas, paré el coche y les pregunté dónde estaba la casa de Kurt Cobain, me dijeron que no estaba lejos de allí, seguí la dirección que me dijeron y en 10 minutos había encontrado la casa del Portavoz de mi generación. Al llegar me invadió una gran tristeza, ni siquiera apagué el coche, porque ni siquiera me baje de él, pude ver unas cuantas velas en las escaleras de la casa de kurt, supongo que algún fan las pondría, estuve un silencio durante unos segundos, dije en voz alta “hasta siempre Kurt” y me marché.

Me di cuenta que no podía llegar a Cicely en coche, primero porque estaba muy cansado (llevaba 22 horas viajando y apenas había dormido), y segundo no sabía conducir muy bien los coches americanos, así que me dirigí de nuevo al aeropuerto, no sin antes perderme claro está.

Llegué de nuevo al Rent a Car, ya se había ido el chico negro, ahora lo atendía un chico asiático, le explique que era europeo y no sabía conducir los coches americanos, él lo comprendió y me devolvió todo el dinero, cogí mi maleta y fui al interior del aeropuerto.

Apenas había nadie, eran las tres de la madrugada, di muchas vueltas yo solo por el aeropuerto arrastrando mi pesado equipaje, así durante un largo tiempo, cuando el sueño me pudo me senté en unos sofás, pero no quería dormir, pues a las 7 de la madrugada tenía que estar en la estación de autobuses de Seattle, donde saldría un autobús directo a Cle Elum (el pueblo donde me alojaría, a tan solo 3 millas de Roslyn (Cicely).

Un par de vagabundos estaban durmiendo enfrente mía, me ofrecieron su lado para dormir con ellos, al principio dudé, pero los ojos me picaban y se cerraban por largos ratos, así que me acerqué al lugar que me ofrecían y no tuve más remedio que acostarme, apreté fuerte mi maleta y dormí.

Me desperté casi a las 6 e la madrugada, los vagabundos ya se habían ido, me levanté con prisa y me dirigí a uno de los múltiples taxis que había las afueras del aeropuerto, el taxista era un chico joven negro, estaba enamorado de Europa, me hizo muchas preguntas, yo le contesté las que pude, no todas, no entendía muchas, me dejó enfrente de la estación de autobuses y me dio la bienvenida a los Estados Unidos de América, me estrechó la mano y yo le di las gracias.

Entré en la estación, que sensación, era muy pequeña, vieja y mal cuidada, las gentes que la poblaban pertenecían al ultimo escalón social del país, gente con pocos recursos, todos me miraban, yo no les devolví la mirada, simplemente bajaba la cabeza.

Al fondo había un policía negro y muy gordo durmiendo en una silla, de vez en cuando daba cabezazos y se despertaba, aquello me hizo mucha gracia y me robó alguna que otra sonrisa.

Unas señoras que estaban allí me preguntaron de dónde era, llamaba la atención que no era americano, le dije que europeo, de España, se extrañaron, les comenté que me dirigía a Cle Elum, y que venía a ver Roslyn, se extrañaron más aún, estuvimos charlando durante una hora, también se metió en la conversación un chico debilucho y de gafas, era de Seattle y se dirigía a China, me comentó que viajaba por todo el mundo solo cuando ahorraba un poco de dinero, fue algo que me impresionó bastante.

Se abrió la ventanilla para comprar los billetes, 10 minutos antes había entrado más gente en la estación, me puse a la cola, tengo que decir que una bella chica venezolana me ayudó, hizo de interprete mía con la chica que atendía en la ventanilla.

Subí al autobús, era viejo, como los que salen en las películas, y como el que salía en el episodio piloto de Doctor en Alaska, ese que coge Joel Fleischman que lo llevara a Cicely.

Pasé por los mismo paisajes que salen en la serie de camino a Cle Elum, había lagos sin fin, montañas nevadas en sus puntas y nieblas perpetuas en sus llanuras, indescriptible, a eso hay que sumarle bosques de abetos verdes y esbeltos.

Saqué mi cámara de fotos, quería fotografiarlo todo, todo, los nervios se apoderaban de mí, la gente del bus me miraban, parecían no poder comprender qué era lo que podía parecerme tan hermoso para fotografiar, algún viajante sacaba una sonrisa muy pequeña de su rostro.

El autobús para en un pueblo que se me hizo familiar, fue entonces cuando pude ver encima del tejado de una de sus tiendas un letrero que ponía Twin Peaks, claro! En aquel pueblo se había rodado la serie de televisión de David Lynch, alguien me lo había dicho, solamente que apenas lo recordaba.

El bus siguió, y ya podía ver letreros en la carretera en los que aprecian los nombres de Cle Elum y Roslyn!!

Pasada media hora el bus entra en un pueblo más grande, parece tener mas vida que los anteriores, entonces el conductor se gira hacia mí y dice Cle Elum!, en ese instante una situación extraña recorrió mi cuerpo y sin más preámbulos me levanto del asiento mientras voy chocando con algunos de los pasajeros que se encuentran en los asientos exteriores del autobús. Ya en el exterior recojo mi equipaje, y veo marchar a lo lejos el autobús.

Es en ese momento cuando miro todo lo que tengo alrededor, un pueblo precioso americano, rodeado de grandes bosques y montañas que parecen desafiar a las nubes, estuve parado durante unos 5 minutos mirando cada rincón de Cle Elum, respirando su olor (América huele distinto a Europa), recordando el largo viaje…

Me pongo a andar por las aceras despobladas de Cle Elum, mientras en la carretera van pasando coches, algunos me pitan (algo que no comprendía al principio), yo les respondo levantando mi brazo, otros se quedan mirando. A lo lejos puedo ver una gasolinera con una pequeña tienda, entré en ella y enseñé la dirección de mi hotel llamado Iron Horse Inn, la señora que regenta la tienda de la gasolinera me dice el camino que tengo que seguir para no perderme, justo cuando me voy ella me dice en ingles “Welcome Español!”, me quedo parado mirando hacia ella, ¿Cómo puede saber que soy Español?, sin darle más importancia sigo caminado. Antes de un cruce puedo ver una casa pequeña casa de madera donde un letrero reza “Camera of Commerce of Cle Elum_Roslyn”, es el lugar ideal para preguntar la distancia que me falta para llegar al Iron Horse. Entro en aquel sitio y puedo ver que lo atiende una delicada y fuerte mujer de gafas y piel muy pálida, que ronda los 50 años, levanta la mirada y con una voz tan dulce que parece pedir permiso al silencio para hablar, me pregunta qué deseo, yo le contesto que me dirijo al Iron Horse y que estoy de vacaciones en su pueblo. Es en ese instante cuando consigo ver colgados en la pared del fondo cuadros de los protagonistas de Doctor en Alaska, muchos de ellos firmados, me dirijo a donde están para poder verlos mejor, la mujer me hace preguntas pero apenas le hago caso, es en ese momento cuando ella me pregunta Are you Jordy (Jory)?. Sí! contesto con más extrañeza, una extrañeza que iba aumentando desde que bajé del autobús. ¿Cómo sabes mi nombre? le pregunto, ella sonríe (qué sonrisa más dulce), me enseña un periódico del pueblo y en sus paginas centrales una noticia en la que decía que yo era un fan de Doctor en Alaska y llegaba al Pueblo para verlo, después de leerlo saco una gran carcajada (que en un principio pareció asustar a aquella frágil mujer), y pude entender todo. Mi amiga Sílvia de Barcelona había sido la primera española en ir a Cicely hace un par de años, gracias a ella yo estuve también allí, y había enviado una noticia a los medios de comunicación sobre de mi llegada, y éstos lo reflejaron con gran entusiasmo (muchas gracias Sílvia nunca lo olvidaré). La frágil mujer me dice que se llama Judy, yo la llamaré Judy the Sweet (Judy “la dulce”), Judy llama por teléfono a alguien y comenta que el Español ha llegado, me pregunta cómo me ha ido el viaje y que le extraña un motón que alguien venga de tan lejos para ver su pueblo, pero a la vez fantástico. Es una de las organizadoras de los Moose Days (Días del Alce), me comenta con gran alegría, que una visita como la mía venida de tan lejos es tan bienvenida como cualquiera de los protagonistas de la serie, yo le doy las gracias con gran entusiasmo.

Al poco entra una mujer, Judy le explica que yo soy el español que sale en el periódico, la mujer nueva me tiende su mano y me dice que se llama Alice, me da la bienvenida, al poco se marcha, Judy me dice que me llevará en su furgoneta hasta el Iron Horse pues aún tengo un largo camino y más llevando todo el peso que arrastro, monto en su coche, y llego al Iron Horse (que preciosidad de hotel, al mas puro estilo Hollywood). Un edificio de madera color azul en el medio de un paisaje bucólico que conserva la más grandes de las tranquilidades.

Al entrar en el Iron horse puedo ver una mujer de unos cincuenta y largos años, de piel muy blanca, casi rosada, pelo blanco y unas enormes gafas (típica americana), que me da la bienvenida antes de que Judy le diga quien soy “Welcome Jordy (Jory pronuncian ellos)”, yo le doy las gracias, Judy me presenta a la mujer de piel blanca, se llama Mary Pitis y es la dueña del hotel, ella también esperaba mi llegada con gran entusiasmo, Judy se despide y se marcha, entonces en ese instante sale del fondo del pasillo un hombre fuerte, de piel muy blanca y pelirrojo, con un mandil blanco colgado de su cintura, es Doug marido de Mary Pitis, es el encargado de cocinar en el hotel, él también me da la bienvenida mientras me estrecha la mano. Luego miro a mi alrededor y observo todo el Iron Horse por dentro (parece sacado de un cuento infantil), no voy a describirlo porque no me llegarían ni los folios ni las palabras, sólo diré que era la tranquilidad personificada y está ambientado en el ferrocarril de principio de siglo decorado con gran cantidad de cuadros que ilustran los primeros pioneros norteamericanos, la fiebre del oro y la llegada del ferrocarril.

Mary Pitis quiere que firme en el libro de visitas del Iron Horse INN, donde me tiene un sitio reservado, lo hago, la firma va acompañada de una frase “Cicely is a state of mind-Cicely es un estado de ánimo”, una vez que termino de firmar y ojear el resto de firmas que hay en el libro, Mary Pitis me dirige a lo que será mi habitación durante los siguientes seis días, subimos unas escaleras, y en el descanso puedo ver la noticia de mi llegada pegada en la pared con celo como si de un gran evento se tratase, me volvió a llenar de orgullo.

Al entrar en mi habitación fue como hacerlo en una casa colonial del siglo XIX, (muchas veces cuando estoy a punto de dormirme sueño con aquella habitación). Mary Pitis me deja, lo primero que hago es tirarme sobre la gran cama como si de un cuerpo sin vida se tratase, unos minutos más tarde empiezo a quitar la ropa de la maleta, entonces alguien llama, es Mary Pitis que me dice que alguien está al teléfono y quiere hablar conmigo, me sorprendió mucho, no sabia quién podía estar interesado en hablar conmigo a 12000 km de mi ciudad.

Cojo el teléfono, y al asomarlo a la oreja, escucho una voz española, que tartamudea por veces, parece que no está muy seguro de lo que dice o le cuesta algo, esa voz me dice que se llama David y es español, que se vino a vivir a Estados Unidos hace 40 años (ahora comprendo la inseguridad de su voz), que está casado con una mujer Puerto Riqueña que se llama Dainorah, me dice que le gustaría conocerme pues es muy raro que venga un español a esa zona, yo accedo enseguida, en 5 minutos me recogerá en el Iron Horse.

Le comento la noticia a Mary Pitis y una gran sonrisa le se dibuja en la cara “It´s fantastic Jory” me dice.

Salgo a fuera con Mary Pitis y ya puedo ver un típico coche ranchera americano a la puerta, subo a él, y es cuando veo por primera vez a David, es moreno, con alguna cana, y parece que se dibuja el trabajo en su rostro, lleva una gorra puesta y viste con vaqueros y camisa de cuadros, me estrecha la mano y me dice “Hola yo soy David, como estás?” “Bien, gracias, no esperaba encontrarme a un español aquí la verdad” le comento, él sonríe, de camino a su casa me cuenta que se vino a Estados Unidos cuando tan solo tenia 18 años, me repite muchas veces “aquí se vive bien” “es muy tranquilo, gano mucho dinero”, yo lo sigo escuchando, no volvió a España desde el 92, y me pregunta sobre muchas cosas, de política, de coches, gentes, le puedo notar una cierta nostalgia que intenta tapar con su americanismo, supongo que echa de menos su país, solamente que no quiere que se lo noten, incluso me llega a plantear que me venga vivir a Cle Elum, yo le digo que no, ni hablar, amo Europa, amo España además soy Gallego y nuestra morriña ya es más consabida, no aguantaría ni dos meses.

Al llegar a un cruce de cuatro caminos, David me enseña el que tenemos de frente “ese es el camino a Roslyn”, me pongo un poco nervioso, y respondo “Por ahí se va Roslyn?”, él asienta la cabeza, no pude quitarme la imagen de esa carretera en todo el día.

Llegamos a su casa, es una casa bonita, con el jardín muy cuidado (David trabaja en mantenimiento y jardinería en la Universidad de Ellensburg a 20 millas de Cle Elum), la casa por fuera esta recién pinada, se nota que la cuida mucho, que le dedica gran parte de su tiempo, está rodeada por un cerco de metal perfectamente cuidado. Abro la puerta que da la entrada al jardín y pulso el timbre de la casa, me abre la puerta una señora muy bajita, regordeta con rasgos latinos que me recibe con una gran sonrisa y un acento Portorriqueño mezclado con un foraneo inglés (Dios santo cuáto me gustaba escuchar a Dainorah), quiere que pase a dentro, yo lo hago, observo todo el interior de la casa, es muy bonita, la cocina está unida con el salón, las habitaciones se encuentran al subir una escalera, todo está perfecto, y la comodidad se respira en cada uno de sus cuartos.

Dainorah me pregunta si estoy cansado y cómo me ha ido todo, yo apenas puedo contestarla porque aún no me creo que estuviera allí, en aquel sitio, tan cerca de Cicely…

David me pide que lo acompañe, quiere enseñarme toda la casa, muchas de las cosas que la componen las hizo él (tiene una buena mano, todo hay que decirlo). Bajamos unas escaleras que van dar a una especie de trastero amplio donde guarda herramientas y hace los trabajos de casa, me lo enseña todo, abre cajones, saca pequeños moldes de moldura y siempre me dice “esto lo hice yo”, yo le pregunto por todo aquello, pero David no parece escuchar, me vuelve a decir “esto lo hice yo” y de vez en cuando no solo se queda conforme con esa frase, sino que comenta “trabajé muy duro”, parece tener un ansia enorme de enseñarme todo, como intentando justificar el tiempo que lleva en los Estados Unidos, que no ha perdido el tiempo, lo mucho que trabajó, intentando olvidar que no se arrepiente de dejar España. Me vuelve a decir “aquí se vive bien”, ¿Por qué no te vienes a vivir aquí?”, yo le rechazo por segunda vez la invitación, “no me gusta lo suficiente”, le contesto, él se queda callado, y me vuelve a enseñar más cosas.

Ya en la cocina comedor Dainorah está preparando la comida (¡cómo cocina Dainorah!!), está preparando un rico pescado de los ríos del Canadá con patatas fritas, el olor de la comida cocinándose me abre más el apetito. Antes de que la comida esté en su punto Dainorah y David me preguntan por el cambio político que se produjo en España, están enterados de los atentados del 11 –M, Dainorah incluso me dijo que fue a rezar a la misa por las víctimas. Yo le explico las grandes manifestaciones de repulsa al terrorismo o las aglomeraciones delante del gobierno el día antes de las elecciones, Dainorah aprieta fuerte su pequeña mano contra un trapo que tiene en la mesa y dice “Dios qué bonito” “Dios qué lindo”, le parece increíble que un país se haya levantado contra un gobierno mentiroso, a ella eso le pone la piel de gallina y hace que eleve más la voz de lo normal, a mí sinceramente también me gusta verla así, con lo cual le cuento todo lo que ha pasado en esa fatídica semana.

Les parece increíble que alguien venga de tan lejos para estar en Roslyn, lo toman como algo glorioso, no como una locura, noto que eso les impacta, saben que he tenido que trabajar durante dos años en algo que odio para estar en su pueblo, veo a veces a Dainorah un poco asombrada cuando dice “uy que chico este, pobrecito ha estado trabajando duro, para ver Roslyn, qué historia más linda, qué bonito”, David se ríe, y hace alusión a mi locura “chico estas crazy”. David mezcla palabras en ingles y castellano, lo que nosotros conocemos como “Spaninglish”, hay termina todo, no le da más importancia de la que tiene, eso me vuelve loco.

Al terminar la comida David se despide pues tiene que ir a trabajar a la Universidad de Ellensburg, no volverá a casa hasta la una y media de la madrugada. Antes de marchar me dice que estoy invitado a la comida del día siguiente en el cual prepararan un pollo campero con patatas, yo accedo a la invitación (me encanta el pollo).

Paso una hora charlando con Dainorah en el salón de casa, me cuenta entre otras cosas que han trabajado mucho para conseguir aquel hogar y cuidar a su única hija que se llama Jenny, “es una chica muy guapa y está casada” (el sueño americano), también me comenta aspectos de su familia portorriqueña, de la cual no le gusta hablar, prefiere hacerlo de ella, su hija y David. Al llegar las 4 de la tarde decido irme hasta el Iron Horse y alquilar una bicicleta para llegar a mi ansiado Cicely. Dainorah lo comprende y me acompaña hasta la puerta, le prometo que mañana a las 12 y media del mediodía estaré en su casa y les ayudaré en la preparación del pollo con patatas.

El camino hasta Iron Horse es bastante largo, tengo que atravesar todo Cle Elum, luego llego al cruce de la Cámara de Comercio donde trabaja Judy “la dulce”, y aún me queda un kilómetro por delante en la que atravesare un río cuya agua proviene de la nieve de las montañas que aún se conserva en el mes de Julio y por último el típico barrio de casitas familiares con jardín, al final de este recorrido se encuentra el Iron horse.

Al entrar en el hotel, Mary Pitis se encuentra recogiendo las revistas que están esparcidas por el suelo, después de que un niño travieso que se hospeda dos habitaciones mas allá de la mía, hiciese de aquello su visión propia de la guerra.

Le pregunto dónde puedo alquilar una bicicleta, Mary Pitis me contesta que no hace falta, ella tiene un par de bicicletas y que me presta una durante mi estancia, yo se lo agradezco enormemente. Me acompaña hasta la parte trasera del Iron horse, las bicicletas se encuentran colgadas en la pared en un gancho bastante grande y grueso, la bajo y monto en ella, es perfecto, ya tengo vehiculo para irme a Cicely, me despido de Mary Pitis y me pongo en marcha.

Llego al cruce donde David el día anterior me dijo que era el camino, santo dios qué sensación tuve, estaba a tan solo 3 millas de Cicely, apenas 15 minutos en bicicleta, casi no podía pedalear porque las piernas me temblaban y las fuerzas de las manos se habían esfumado para poder coger el manillar, así que me bajé de la bicicleta respiré y volví a montar. Seguí la larga carretera que estaba franqueada de enormes abetos y bosques de un color verde intenso, a veces roto por el paso de algún riachuelo o pradería que solían utilizar para los rodeos, a los 5 minutos paso una señal que pone Roslyn 2 milles, entonces acelero mi pedaleo, lo cual hace que empiecen a caer las gotas de sudor por mi frente y empape mi camiseta, sigo pedaleando, veo otro letrero que pone Entering in Roslyn (entrando en Roslyn), me paro de repente y le saco una foto a aquel letrero, incluso lo toco con mis manos, saboreo el momento. Ya está! Ya llegué!

Al fondo puede verse el núcleo urbano, así que decido entrar por entre las casas de Roslyn en vez de bordearlo por la carretera nacional, algún “Ciceliano” sale de su casa, yo lo saludo, ellos también y con gran énfasis, incluso alguno llega a decir ¿Español?, sonrio y afirmo con la cabeza, lo que hace que me conteste un amable “Welcome”, contesto con un seco y rápido “Thanks”, subo una ligera cuesta que me parece eterna, incluso tengo que bajarme de la bicicleta, todo está rodeado de casitas de madera, unas mejores cuidadas que otras, ya en el éxtasis de mi cansancio y nerviosismo consigo ver el final de cuesta, cuando llego a su cima, no me lo puedo creer, enfrente estaba el Roslyn Café!! con su mural guardando el tiempo, la historia y el sueño, allí se encontraba el final de mi largo viaje, sin más me monto en la bici y bajo la cuesta a gran velocidad, llego a la calle principal de Roslyn (llamada Pennsylvania Street), bajo de la bicicleta mientras cae al suelo haciendo un gran estruendo, y de un impulso me pongo a correr por en medio de la calle gritando “Estoy en Cicely!! Estoy en Cicely!!!”, con el ruido de mis gritos salen muchos habitantes de Roslyn, algunos sonríen otros se quedan extrañados, me tiro en medio de la calle principal, y mirando al cielo con las manos en mi cara vuelvo a gritar “Estoy en Cicely, Estoy en Cicely!!” una carcajada tras otra, así durante unos minutos.

Ya pasado el éxtasis emocional, sentí un ráfaga de frío, a pesar de hacer un calor enorme y el sol dar con toda su fuerza en mi cuerpo, aquella situación me puso la piel de gallina, eran los nervios en estado puro. Me levanto del suelo poco a poco mientras las personas que salieron al exterior a ver mi ataque de locura venidera van retirándose poco a poco, unos regresaban al interior de las tiendas que hay en la calle principal de Roslyn, otros seguían sonriendo esperando que yo montase otro número de igual o mayor belleza emocional.

Miro a mi alrededor pudiendo observar en ese momento toda la belleza en la que me encuentro enrolado, al frente el Roslyn Café con su mural, si me giro, la consulta de Joel Fleischamn, en la misma acera en una esquina, el Brick. Enfrente mía la zona de Roslyn más bonita, donde se encuentra el Pizza Village, el tottem indio y la tienda de Ruth-Anne, acentúo todavía más mi vista, con la ilusión de poder ver al alce Morty apareciendo por la curva, pero eso no ocurre. Al fondo la KBHR, la radio de Cicely, el espíritu de Chris, La voz de la última frontera… Es ahí donde me dirijo corriendo, el primer sitio al que voy deseando que se pare el tiempo para poder saborearlo mejor. Antes de de llegar a la KBHR hay un cruce en el que confluyen la general que bordea Roslyn y Pennsylvania Street. Dejo pasar un coche ranchera de color marrón tostado, cuyos espejos brillan desde hace un tiempo por los rallos del sol que pegan en ellos. Apenas he dejado pasar el coche, cruzo acelerando el paso, y es ahí donde puedo ver la primera gran escena que me impacta, delante de la emisora de Chris, una estatua en honor a los mineros que murieron en las minas próximas, guardada por un muro con todos los nombres de éstos en una especie de placas conmemorativas, bastantes vidas se fueron intentando construir un futuro mejor para las generaciones venideras, ante este homenaje, unos segundos de silencio.

Enfrente, a escasos dos pasos, la radio de Chris Stevens, ¡Santo Dios, aquí empezó todo!, parece más vieja que en la serie, de hecho pasaron 6 años desde que se cerró y nunca mas se volvió abrir, por dentro está llena de polvo, y la nostalgia se hizo dueña del ambiente, la mesa de mezclas mira al cristal desde donde se puede ver todo Cicely, encima de la mesa, un reloj que ha dejado de marcar el tiempo, el micrófono donde La voz de la ultima frontera nos regalaba versos en prosa, unos cuantos libros, que de vez en cuando Chris nos leía, supongo que alguno será Hojas de Hierba de Whitman, pero están tan llenos de polvo que apenas puedo leer sus títulos. Sigo mirando, se pueden ver unas cuantas fotos de paisajes diversos, discos, algunos esparcidos por el suelo otros en cambio perfectamente guardados en estanterías diseñadas para tal ocasión. Miro, miro una y otra vez, el sudor de mis dedos que están pegados al cristal (con la excusa de poder volverme inerte y pasar al interior con la facilidad como la de un espíritu traspasa una pared), hace que caiga una pequeña gota de sudor que dibuja un camino a trompicones y que tiene como meta el suelo tostado a la luz del sol. Paso unos minutos sin moverme, con mi cara pegada al cristal y en el más grande de los silencios, pensando, en lo que pudo ser y en lo que fue, en lo que me costó llegar allí y lo pronto que pasaría todo. Cerré los ojos esperando escuchar la voz de Chris mientras da los buenos días a unos habitantes que se niegan a crecer…

Perdiendo el miedo de volver a la realidad, con la única excusa de saborearlo todo, dejo la KBHR para poder visitar los demás santos lugares. A la misma distancia se encuentran el Brick y la Tienda de Ruth-Anne, uno enfrente del otro. Cruzo la calle dirección al Brick, impulsado por la presencia de lugareños que se dirigen a tomar una cerveza en horario de media tarde, acelero el paso, con la incógnita de saber lo que me encontraré en su interior, si será como en la serie, si estarán Holling Vancouver y Shelly tras la barra deseándome servir una rica hamburguesa de alce, o si encontraré a Joel sentado a la barra mientras Ed no para de molestarlo con alguna pregunta que no tiene ni sentido ni importancia alguna.

Al entrar, lo primero que puedo apreciar es el sonido de la música que proviene de unos altavoces, música de carretera con aires de rock sureño. En la barra unos cuantos moteros con sus cazadoras de cuero, pañuelos en sus cabezas que recogen sus largas cabelleras, y barbas casi kilométricas que sirven de esponja cuando la espuma de la cerveza se queda en el borde de la jara. Todos se giran, son unos 6, me miran de arriba abajo, uno se levanta y con el puño cerrado me da un pequeño golpe en el pecho, como si de un saludo propio de ellos se tratase, dándome la bienvenida, otro por detrás me choca la espalda al tiempo que dice “Ey man, welcome”, no sé qué decirles, de hecho no digo nada, y sigo mirando atónito a todo aquello, a los moteros, al Brick, a sus camareras, que no quitaron su media sonrisa de su cara desde que llegué.

Al fondo hay mesas, donde se encuentran unas cuantas parejas sentadas, comiendo algo y bebiendo. Cada centímetro del Brick guarda un pequeño misterio, es imposible echarle un pequeño vistazo, yo podría pasarme horas enteras mirando sus taburetes, paredes, cuadros y siempre encontraría algo nuevo. Hay una placa casi a la entrada, en la que se contaba que el Brick era el saloon mas antiguo de todo el estado de Washington, estaba abierto desde 1881, y había servido como cantina para los mineros, hippies, moteros y actores de series de televisión, cuantas historias guarda el Brick!

A pesar de todo, conserva un pequeño aura de recobijo y tranquilidad, como si no tuviera la mínima importancia las historias que conviven entre sus paredes, como si lo verdaderamente importante fuesen las personas ajenas (como yo) que se contentan con entrar y observarlo todo.

Hay dos camareras detrás de la barra, una de ellas rondara los 40 años, y parece ser la encargada, la otra, mucho más joven, de unos 26 años, rubia y de bonita figura, se encarga de llevar a las mesas en bandejas de madera las bebidas y los bocadillos. Cuando pasa enfrente mía me dedica una pequeña sonrisa, que yo recojo como un saludo de buenas tardes, me giro y la veo mejor, es muy guapa, se mueve de una forma dulce entre los huecos que dejan libre las distintas mesas, atiende a todos los clientes con la misma sonrisa que me regaló cuando me vió, lo cual me hizo comprender que aquello nada quería decir.

La mujer mayor que se encuentra detrás de la barra me pregunta qué deseo (llevo ya unos minutos observando todo en total silencio), yo le contesto que en realidad ya tengo todo lo que puedo desear, estar de pie, en interior del Brick. Ella se ríe, y vuelve a insistirme si quiero algo de beber, le pido una Coca Cola fría, me sentaré y la tomaré solo en una de las mesas que quedan libres.

Al sentarme en una de las sillas puedo notar como chirría al rozar con el suelo de madera, haciendo que el ambiente sea más mágico de lo que es, la vejez personificada en el chirrido de una silla de madera de abeto canadiense.

Sentado en mi mesa solitaria que se encuentra al borde de una de las ventanas que hay a lo largo de todo El Brick, en una perfecta comunión entre yo y Cicely, de la misma forma que se sienten guardados el Senna de Paris, o los amantes paseando por la playa cómplices solo de sus miradas y sobrando las palabras, no necesitaba más, de hecho no buscaba algo más grande que aquello, era lo que deseaba y anhelaba, un poco de tranquilidad en un pueblo de algún perdido lugar de Alaska.

El zumbido de un mosquito era más que suficiente para despertarme de mi vigilia duradera, para quitar mi mirada de algún punto que no lo merecía, o hacer mover mi mano sobre la mesa en un titubeo de tic nervioso agravado por la nada que me envolvía. Fue en ese momento cuando comprendí el significado de La Nada, de la que habían hablado los filósofos durante siglos, la que profetizaban las religiones como algo que nos absorberá y acabará con nosotros, porque como dijeron los nihilistas puros, “La nada es bella, porque todo es la nada”.

Me sentía bien, sin nada en lo que pensar, ni nada en lo que vivir, la vida pasaba por mi lado, en forma de una camarera bonita que servía lo que los clientes pedían, o algún que otro habitante de Roslyn que quería que el café estuviese un poco mas caliente de lo normal, a pesar de todo, Nada importaba, era el karma en estado existencialista autocrítico, pensamientos como ¿realmente querías estar aquí? ¿Qué es lo que buscas? ¿es tu meta o realmente es el principio de una huida? ¿Por qué no sientes el frío?... Muchas preguntas me pasaron por la cabeza, y de hecho fue la última vez que existieron, porque aquel momento en el que miré a los ojos La nada comprendí El Todo, supe cada repuestas para cada una de mis preguntas, pude acelerar el tiempo para poder dejar de sentirme viejo, y aplasté mi orgullo para perdonar y ser perdonado, ese fue el momento, cuando me enterraba en el barro y nadie podía auxiliarme, cuando estaba a gusto conmigo mismo después de tanto, tanto tiempo…

Miré el reloj que en forma de escudo victorioso presidía el Brick y decidí levantarme, cuando me marcho y salgo al exterior uno de los moteros que me diera la bienvenida y que estaba en la puerta me dice si quiero dar una vuelta en su Harley Davinson, yo atónito ante tal propuesta contesto con un claro y alto si, el motero sonríe, se monta en su moto y me dice me siente detrás de él, lo agarro, con tal fuerza que nada me podría separar de él y su moto, entonces la Harley se enciende, y siento su ruido, su despertar, su furia, que penetra por mis oídos y llega hasta mi corazón, un corazón que se acelera y que consigue que empiecen a caer las primeras gotas de sudor nervioso por mi frente, me siento distinto, auténtico, libre!! Y pienso en aquel episodio en el cual Fleischman atraviesa media Cicely en moto con una sudadera publicitaria de la universidad donde estudio, ya no soy Jordy santos, soy Joel Fleischam, es lo más cerca que estuve nunca del doctor. Damos una vuelta por la periferia de Roslyn, con el único acompañamiento del rugir de la moto, el resto no se oye, no quiero oír nada, todo lo que me rodea sobra, incluso el sonido, aquel rugir se convierte en música para mí, que me deja sordo por un instante y que apenas me importa, es la voz de la vida, del corazón, la velocidad aumenta, y yo aprieto con mas fuerza la cazadora de cuero de aquel loco, él grita, yo apenas puedo, es más no sé gritar en aquel instante, porque si lo hiciera no sentiría el resto, sólo sonrió y cierro los ojos para pensar en lo que pasa, que no es otra cosa que el coito con Roslyn, afirmaría incluso que la moto se levantó y empezó a volar por encima del pueblo, lo digo porque durante un momento el olor de la hierba dejó de existir, y eso sólo ocurre cuando uno se aleja de ella, pero como ya digo, llevaba los ojos cerrados, sólo fue una sensación que tuve y no lo puedo confirmar, además si eso fue cierto no me gustaría saberlo porque tengo un vértigo enorme y no me gustan las alturas. Al rato reduce la velocidad, tanto que se para, estamos de nuevo delante del Brick, mis piernas tiemblan, no puedo pisar el suelo, miro al interior y veo que los otros moteros que hace un tiempo poblaban aquel Bar ya se habían marchado, ni siquiera había escuchado el sonido furioso de sus Harley Davidson al alejarse. Aquel hombre se despide y me desea buena suerte. Fue un viaje corto pero en él que llegue a lugares a los que nunca pensé.

Era demasiado tarde y me quedaba por visitar la tienda de Ruth Anne, la consulta de Joel, observar y tocar el totem indio y pararme durante horas delante del mural del Roslyn Café.

La camarera mayor del Brick que en ese momento reencontraba fuera me despidió con una amplia sonrisa, no tenía mucho tiempo, media tarde se estaba yendo.

Justo enfrente se encuentra la tienda de Ruth-Anne, sin duda es un sitio muy hogareño por fuera, está totalmente forrada de madera, y se encuentra en perfecto estado, en sus cristales pueden verse los distintos objetos de merchandising de la serie que se venden dentro, apenas pude estar mirando aquel escaparate un par de segundos, deseaba entrar dentro y saber qué clase de persona atendería la tienda más dulce de la televisión.

Por dentro es bastante grande, nada que ver con al serie, pude ver al fondo una mujer adulta que rondaría la cuarentena, y que estaba colocando unos cuantos botes de refresco en el frigorífico. La primera persona que me atendió fue una adolescente rubia y de cara seria que salió a mi paso de uno de las estanterías que ocupan toda la tienda.

Le pregunté por Ruth –Anne, la chica dejó la seriedad de su cara para sacar una pequeña sonrisa, y llamar a la mujer que había visto según entré. La mujer se acercó a mí, al mismo tiempo que la adolescente no paraba de observarme, yo la miré un momento, al tiempo que ella miraba a otro lado (las chicas americanas no aguantan la mirada fija a los ojos). La mujer se acercó preguntándome si deseaba algo, yo le volví a responder que quería ver a Ruth-Anne, ella contestó “I´m Ruth-anne” con voz alta y seguida de una grandísima carcajada, entonces aquella mujer, yo, y la adolescente comenzamos a reírnos como si nos conociéramos desde siempre. Fue un momento feliz en medio del silencio.

La mujer adulta me dijo que se llamaba Annie y que le gustaría que firmara en el libro de visitas ilustres de la tienda de Ruth-Anne!!, accedí encantado, e intente escribir lo mejor que pude a pesar de que el pulso me temblaba.

Le expliqué que venía de muy lejos para estar en Roslyn, ella respondió que ya lo sabía, que lo había leído en el periódico y que esperaba mi visita, (desde luego nada puede sorprender a un Ciceliano). Estuve mirando toda la tienda y los diversos artículos que vendían (todos en referencia a Doctor en Alaska), había camisetas, relojes, gorras, toallas… infinidad de cosas que me quería llevar pero que no podía, era algo así como las minas de Aliba-ba para adictos a Cicely.

Mire unos cuantos artículos, entre ellos unas camisetas y unas gorras para volver el día siguiente con dinero y llevármelo como recordatorio. Annie me preguntó si visitara la consulta de Joel y el Roslyn Café, le contesté que no, que los pies, la vista y el tiempo no me daba para tanto, pero que estaba en ello, así que tendría que dejarlas y volver mañana con más calma. Ellas se despidieron deseando que volviera pronto a hacerles una visita, cuando me marchaba Annie y la adolescente salieron hasta la puerta a despedirse de mi como si perteneciese a sus vidas desde siempre, yo seguí adelante, al cruzar la calle y en un edificio de tablas viejas azules es sus cristales podía leerse “Dr Joel Fleischman”, era la consulta de Joel.

Fue la primera vez que entré en la consulta de un médico sin estar enfermo, ¡Santo Dios que digo!!?, estaba enfermo de locura!!. Pero creo que eso no tiene remedio alguno. Además esa enfermedad me salvó de otros males , como por ejemplo La Rutina, la peor enfermedad de todas, puede acabar con una vida, con un sueño, con el amor…Enfrente, al otro extremo está la locura, la ilusión, son sueños, la fantasía…Esto es lo que me gusta, lo que me diferencia de los demás, un día levantarme por la mañana sin nada que decidir, hacer la maleta, coger el coche y viajar hasta Paris, o escribir algún verso que para nadie tiene sentido alguno, (salvo para mi), esos son mis sueños, vivir así, en cierto modo como los antiguos Beatnicks, una vida en el que la propia vida lo decida todo. Y para esto no hay medicamento alguno, ni médico que pueda recetar una cura.

La mayor parte de la gente que conozco (y que me gustaría conocer), se conforma con pasar del día (hablo de amigos, amigas, vecinos, conocidos, amantes…). Muchos de mis amigos, llevan una vida rutinaria, hace tiempo, mejor dicho años, que salen con una chica, toda su vida es siempre igual, sé que muchos ya no sienten amor, simplemente están a gusto, y la vagancia y el temor a perder algo que ya tienen asimilado, les hacen seguir ese camino el resto de sus vidas, el amor se ha perdido, porque no lo han cultivado, ni han hecho nada por que se mantuviera vivo, se han dedicado a subsistir, ese fue el gran error en el perecieron, no sólo ellos, sino también quienes han sido sus compañeros de viaje.

Yo escapo de eso, y soy de los que piensan que si el amor se termina, se termina, no se puede seguir alargando la agonía, ni dando aliento a la pereza, ni oxigeno a la mentira, así como aparece el amor, así desaparece, también podemos hacer todo lo posible para que no se vaya, aunque eso cuesta y cansa…

Hablo como un Beatnick, mejor dicho como un hisper, y puede incluso que mis palabras no encuentren sentido jamás en el mundo de las ideas, o en el mundo de la cordura, mis palabras, como vagas que son, no tienen sentido en ningún sitio, sólo en mi cabeza, porque mi cabeza se encuentra enferma, enferma de locura.

Prosigo pues mi narración: No fui a ver al médico para que me curara, fui para que agrandara mi locura!!.

Me quedé unos segundos delante de la consulta de Joel, sin perder detalle alguno, conté cada una de las tablas de maderas que constituyen el edificio, pude ver que el color azulado estaba desgastado, y que muy pronto necesitaría una mano de pintura, observé las letras que están pintadas en uno de los cristales y donde puede leerse: Dr Joel Fleischman (sencillo, conciso y alentador), aunque es corto y seco lo leo unas cuantas veces antes de entrar. Dentro pude observar una tienda grande llena de regalos, souvenirs y artículos de la serie (como la tienda de Ruth-Anne), a la izquierda se encontraba el mostrador y sobre él, una mujer muy fuerte físicamente, de pelo blanco, blanco como la mente antes de imaginarse una idea, su piel era también pálida, sus rasgos delataban que no era americana, me dió las buenas tardes, estaba calcetando, siguió haciéndolo mientras yo daba vueltas por la tienda, de vez en cuando me miraba y sonreía (todos en Cicely sonríen, parece que lo hacen mecánicamente, sin esfuerzo alguno, sin que cueste lo mas mínimo), pasa el tiempo y yo sigo mirando el interior de la consulta, hay más gente, son turistas y compran algún que otro recordatorio de su paso por Roslyn. Sigo mirando, me gustaría llevarme todo lo que hay allí dentro, pero no puedo, me llaman la atención unos peluches bastante grandes de alce, al cogerlos y tocarlos puedo sentir su tacto, es dulce, como todo en Cicely, cuando vuelva mañana me llevare un par de esos peluches, es un bonito regalo.

Me acerco hasta la mujer (que no ha parado de calcetar ni un instante), le digo que vengo de muy lejos para estar en Roslyn, sin apenas quitar su mirada de las agujas, que en ese momento estaban entrelazadas con la lana formando una figura uniforme, responde un seco “I know” (lo sé), si fuera al principio esta respuesta me causaría muchísima impresión, pero visto que todos sabían de mi llegada ya no me impresionaba lo mas mínimo, incluso llegaba a aburrirme, quería sorprender a algún Cicelyano y a medida que pasaba el tiempo sabía que eso no podía ser.

Vuelvo a echar un vistazo a la consulta de Joel, y en un visión me pareció ver a Joel, sentado en su silla, con los pies en la mesa, frotándose la sienes con la yema de los dedos, y a Ed entrando sin llamar, o a Marilyn avisando a Joel que tiene una llamada por la línea 1 (cuando sólo hay una línea), esos momentos en los que Joel intenta tener un poco de tranquilidad y sólo consigue la extenuación.

Estaba observando desde el centro de la consulta al pequeño mundo exterior que se puede divisar por la puerta de entrada, y pude ver que una mujer se acercaba, era Maggie O´Connell!!, venía a pedir consulta con el médico, porque según había entendido una jaqueca aguda no le dejara dormir la noche pasada, al principio daba la impresión de que Joel y ella se entendían, pero pasaban los segundos y la tensión crecía, con un tesón propio de una discusión que nunca acabara en buen puerto, entonces Joel dijo aquello de “Soy médico, judío y de Nueva York!!”, intentando reafirmar su posición intelectual y social frente a ella, al segundo de terminar esa frase Maggie no pudo contenerse y contestó “¿Qué tiene Fleischman que me irrita tanto?”. En un gesto mío de abrir y cerrar los ojos desaparecieron los dos, como la espuma del agua del mar al llegar a la orilla, lentamente, silenciosos, con dulzura.

Miré a la dueña de la tienda, que seguía con la mirada fija en su calcetado, ella me miró, pero no pareció haber visto ni oído nada, ni tampoco los pocos turistas que se encontraban allí conmigo, nadie lo había visto, supongo que fue mi imaginación.

La mujer de la tienda para un instante de calcetar y saca un mapa, me dice que me acerque, quiere que le diga de que parte del mundo soy, es la primera vez que Marianne Oujovic (asi se llamaba), se interesa por mí. Me pide que señale en el mapa, se lo señalo, vuelve a guardar el mapa y se ríe (aún hoy no sé de qué), me pregunta si me gusta Roslyn, le contesto que me encanta, me dice que me venga a vivir aquí, yo le contesto que NO, sin darle importancia a mi negación, abre un libro que tiene encima de la mesa, es un libro de visitas, quiere que lo firme, cojo un bolígrafo pongo mi nombre y una frase al lado “ ¿será tan dulce el paraíso?”, cierra el libro y lo vuelve a guardar.

El sol empezaba a teñirse de naranja, y la tarde preguntaba a la noche que vestido se pondría hoy para salir. Deje la consulta del doctor, no sin antes despedirme de aquella misteriosa mujer, tenía prisa por ver el tótem y el mural del Roslyn café, y ya no tenía mucho tiempo.

Crucé la calle en línea recta, a esas horas el centro de Cicely (Roslyn) se encuentra a rebosar de gente caminando por las aceras, unos ríen, otros hablan entre ellos y los más audaces observan y callaban.

Ya en la acera de enfrente, justo al lado del Tótem, delante del Pizza Village pude observar una guapísima joven, que tenía unos ojos azules que eclipsarían cualquier arrecife de coral, estaba sentada en una silla recosteada, aprovechando el buen tiempo y tostando su dulce piel a un sol que ya pedía el relevo a la luna, me observó todo el tiempo, no fijamente, sino de reojo (como lo hacen las chicas americanas), cada uno de mis movimientos, de arriba abajo, en un momento dado la observé y la miré directamente a los ojos, ella cambió la mirada, a cualquier sitio, (lo vuelvo a repetir ninguna chica americana aguanta la mirada de un europeo ), sonrió, ella ni se inmuta, intenta dar la sensación de que es dura como una roca.

Me siento en la acera con las piernas entrecruzadas como un jefe indio, y dirijo mi mirada lentamente siguiendo el totem hacia el cielo. Aquel poste esbelto estaba compuesto por figuras que para algún pueblo tenía un valor incalculable, terminaba en un hermoso águila que parecía ser el guardián de Cicely, guardián y soldado que lo ahuyentaba de los malos espíritus, de los malos presagios, como un rey majestuoso en su sillón, ante la mirada impasible del mundo, porque el mundo no le molesta, porque el era el dueño de el mundo…

Acerqué mi mano para poder tocar el poste del Totem, y rocé en un primer instante las formas de madera que lo componen, estaban húmedas, y calientes a la vez, pude sentir el tacto y la voz del árbol que algún día fue, donde vivía, en que bosque se encontraba cuando lo talaron, la vez que la tribu india lo convirtió en un objeto de culto, o las plegarias de los indios descargaron ante él.

Volví a dirigir mi mirada a su parte cenital, donde se encontraba el águila con las alas estiradas y la mirada al infinito. Parecía tranquilo, sosegado e incomprendido, era como acostarse una tarde para dormir la siesta al lado de un osito de peluche que te hace toda la compañía del mundo, salvo que aquello era demasiado grande y esbelto para meter una habitación convencional. Si yo fuera rey y mandara en el mundo ordenaría que cada persona tuviera en su casa un Totem, hacen más compañía que un reloj, que un peluche, que una foto, que el recuerdo… claro está que si ordenara tal cosa tendrían que hacer las casa más grandes, y creo que no me harían ningún caso, aunque en una casa de campo, en su jardín o en su finca quedaría perfecto, guardando la finca, la gente, el pueblo…Reivindico pues el Totem como elemento decorativo en la vieja Europa.

Todo esto lo pensé en los instantes que lo observé de arriba abajo, cuando me quedé mirando a aquél águila de pico puntiagudo y alas extendidas que parecían pedir clemencia al cielo. Me levanté y volví a tocar las formas decorativas del tronco, seguía caliente, el sol le diera de lleno desde que salio, supongo que la madera y el sol serán buenos amantes en el verano.

La chica de los ojos azulones seguía sentada en su silla, y lo hacia mirando de reojo, era toda una artista en esa técnica (tengo que admitir que yo no puedo mirar mucho de reojo, acabo mareándome, prefiero mirar a los ojos, me siento mas cómodo, aunque por veces tenga que desviar la mirada). Por un momento me pareció verle una sonrisa, pero por lo visto debió de ser una sonrisa muy seria, sin fuerza y a escondidas, todo lo contrario de cómo tienen que ser las sonrisas, ojalá hubiera una ley o una orden que dijera que las sonrisas deben de ser alegres, impulsivas y visibles, si esto ocurriera le enviaría una postal con esta ley a la chica de los ojos azules que tanto le cuesta reír.

También puede ser que aquella chica estuviera bajo un extraño maleficio del totem, le pudo haber pasado como al Rey Pescador de la leyenda del Santo Grial, y quizás estuviera obligada a no sonreír todo lo que le queda de vida, porque algún día se burló del jefe indio que veneró al totem, y de sus sueños, y de sus creencias, y de su pueblo y el jefe cansado de los mofos de la chica, la encerró en una maldición. Eso es lo que creo yo que pasó, aquí en Cicely todo es surrealista y todo puede ocurrir.

Así que deje el espectro de aquella extraña chica para volver mi vista a todo lo que me rodeaba, y pude ver entonces una de las vistas más bonitas y tranquilizadoras que he presenciado en mi vida. Me doy la vuelta y tengo ante mi el mural del Roslyn Café, desde lo lejos puedo aspirar toda su belleza, no necesito dar un paso hacia delante, no necesito caminar por la acera, me quedaría así, observándolo un día y una noche entera, hasta que los pájaros se acostumbraran a mi presencia y acabaran por posarse sobre mi figura. Sentí la extraña sensación de meterme dentro del mural, y coger por el cuello a aquel camello para poder montarme en él, o beber del oasis hasta llenar mi barriga, pensé incluso en escalar las cuatro palmeras que lo presiden como lo hacen los jóvenes caribeños para coger sus dátiles…Entonces corrí, corrí hacia el dibujo que me había consumido como un imán, no podía parar de hacerlo, mis bolsillos estaban llenos de plomo y el camello los requería, apenas me dí cuenta cuando cruce la calle que hay delante del Roslyn Café, sólo sé que cuando llegue delante de él, me lancé fuerte contra la pared, para abrazarlo y sentirlo contra mi pecho, que el dibujo sintiera el frío sudor que empapaba mi espalda y el fuerte latido de mi corazón, y que supiera que si latía tan fuerte era por estar pegado a él, que nada en el mundo podía separarme porque en aquel momento estaba més vivo que nunca, como lo están las flores en primavera, o los ríos en el deshielo, vivo no, vivísimo. Intenté despegarme con brusquedad, pero por alguna razón, una fuerza proveniente de la arena del desierto que se puede apreciar en el mural me arrastraba al interior, una vez que se me borró de la mente la estúpida idea de separarme del alma de Cicely dejé mi tosquedad de lado, y en lugar de hacer fuerza para separarme abrí más mis brazos para abarcar la mayor cantidad de pared e intentar abrazarlo de una forma a la que nunca abracé a nadie. Lentamente, sigilosamente me despegué, me tenía atado, pero poco a poco el nudo se deshacía, en una especie de flechazo de amor a primera vista, los dos amantes dejamos de acariciarnos, para mirarnos una vez más y volvernos a enamorar de nuevo, así estuvimos unas cuantas veces…
Me coloqué en un extremo del mural, y pude divisar una vez más a mi amor desde otra perspectiva, cerré mi ojos, en un momento en el que querían estar abiertos, y pasé por delante del mural con mi mano rozando todo el recorrido, los ladrillos que formaban la pared estaban bastante ásperos, y sólo encontraba la dulzura cuando la pintura los cubría, recorrí todo el mural, imaginando en que lugar estaría, si al principio, si en el medio, si al final. Mis dedos raspaban todo el trayecto, sirviéndome de guías, e intentaban valerme de visión imaginativa. Me acordé entonces de mi novia Sandra, y de todas las que tuve, aunque sólo fue un momento, lo que tenía enfrente me absorbía y no podía pensar en nada más.

Las gentes del pueblo seguían pasando por la calle, sin importarles lo mas mínimo lo que yo adoraba, sin apenas tener valor para ellos, sin apenas mirarlo, como algo lógico y normal, de que estuviese expuesto a la intemperie. Dejé el mural, y me dispuse a entrar en el Roslyn Cafe, estaba cerrado, un cartel en la puerta anunciaba que abría a las 7:00 horas y cerraba a las 14:30 horas de la tarde. Miré a través de la puerta y en medio de la oscuridad observé un interior decorado de madera con varias mesas pegadas a la pared, sin duda parecía un lugar muy acogedor, un oasis.

Mi corazón se tranquilizaba a medida que pasaban los minutos, lo peor ya había pasado, aún así sonaba como una caja vacía en mi interior. Ví a lo lejos la bicicleta de la que me había bajado de golpe cuando llegué al centro de Roslyn, seguía tirada en la acera, pidiendo clemencia, decidí recogerla enseguida del suelo, no quería que empezase a llorar, aquel momento era dulce y alentador, estar allí, en aquel pequeño pueblo en medio de la nada, y mi bicicleta se merecía un trato mejor, después de recogerla, la limpié un poco, y sin montarme en ella la llevé de la mano, agarrada del manillar, llevábamos los dos un paso firme, y nos dirigimos a un banco que hay justo al lado de la puerta de la consulta del Doctor Fleischman, quería descansar un poco antes de irme para Cle Elum, quedaban un par de horas de día, más que suficiente para aprovechar más la estancia.

Esta vez dejé con suavidad la bicicleta apoyada en la pared de la consulta de Joel, y me preocupé que estuviese tan bien colocada que no pudiese caer al suelo. Me senté en el banco, que estaba pintado del mismo color que la consulta, justo detrás mía, había el cristal de la ventana desde la que podía ver a Marianne Ourivic atendiendo a unos turistas que se llevaban artículos de la tienda. Mire desde allí todo el pueblo, todo lo que tenía delante y lo que tenia a los lados, a mi izquierda un camino que bajaba de la montaña, y por la que Joel bajaba todas las mañanas desde su casa, un poco más adelante el Roslyn café y su mural, el totem, el Village Pizza, la tienda de Ruth Anne, la K-BHR y al fondo una montaña cubierta por miles de abetos que con su verde vivo hacia que el cielo estuviese más cerca del suelo.

Saturday, February 25, 2006

Mis doctores favoritos

por Sílvia Colominas

Muchas personas afirman ser fetichistas en algún aspecto de sus vidas, normalmente en uno muy personal y privado. Para mí las series de televisión son algo del ámbito personal puesto que las vivo y disfruto con intensidad y prefiero verlas sin distracciones de ningún tipo, ritualmente a solas, como el cine. Últimamente, reflexionando sobre mis personajes preferidos he llegado a la conclusión de que también debo ser fetichista porque mis hombres televisivos favoritos suelen llevar bata blanca y estetoscopio…

Así me mantuve fiel durante toda su estancia en la helada tundra de Alaska al new yorker más cascarrabias y genuino de la tele, el Dr. Joel Fleischman magistralmente interpretado por Rob Morrow. Mi vida nunca fue la misma –indudablemente se enriqueció- desde que le acompañé a Cicely, Alaska, y le ví cicelizarse contra su voluntad. Espero que algún día podamos disfrutar de otras magistrales interpretaciones de este gran actor en la televisión de nuestro país con la llegada de series como Street Time o Numb3rs.

Visitando las salas de Urgencias de un hospital encontré la calva más adorable de la televisión y al doctor más noble y humano, el Dr. Mark Green interpretado deliciosamente por Anthony Edwards, quien también me había hecho disfrutar de lo lindo con su creación del abogado ecologista con Síndrome Químico Múltiple, Mike Monroe. Aún recuerdo la melena rubia que lucía en sus películas de adolescente como La cosa hecha junto a los también adolescentes por aquel entonces John Cusack o Nicolette Sheridan o Atrápame Gocha (creo que se llamaba así). Injustamente siempre ha estado a la sombra de otros… En Top Gun de Tom Cruise y en la pequeña pantalla todas las féminas caían rendidas en los brazos de su mejor amigo, el pediatra Ross (George Clooney) o de su discípulo, el joven Carter (Noah Wyle) pero sin duda para mí Urgencias siempre será sinónimo de Mark Green, el verdadero corazón y alma de ese hospital.

Tener un accidente aéreo no es plato de buen gusto y nadie desearía vivir tal terrible experiencia, pero la cosa cambia si hay garantía de salir indenme de la catástrofe y terminar en una playa de Hawai en compañía y bajo el liderazgo del Dr. Jack Shepard (Matthew Fox). Charlie, el hermano mayor de los Salinger, finalmente estudió medicina y se ha convertido en un hombre maduro de lo más interesante. Esperemos que ningún golpe de estado de sus detractores, Sawyer (Josh Holloway) o Locke (Terry O´Quinn) ni sus ambiguas relaciones con Kate (Evangeline Lilly) o Ana Lucía (Michelle Rodríguez) debiliten su carisma en la isla.

Y otro neurocirujano Dr. Shepard, éste un poco más canalla, es Derek (Patrick Dempsey), quien se adentra en la Anatomía de Grey para después romperle el corazón al volver con su infiel esposa. Sí, es indudable el parecido físico con Fleischman, pero ¡quién no sueña con la vuelta del Dr. Fleischman a la televisión!

El Dr. Greg House (Hugh Laurie) rivaliza en egocentrismo y quejas por segundo con Joel y con el Dr. Becker (Ted Danson) lo que hace difícil que tenga amigos, pero tiene de su lado al dueño de la bizquera más irresistible, el oncólogo Dr. Wilson (Robert Sean Leonard) a quien descubrí como el joven Claudio de Mucho ruido y pocas nueces de Kenneth Branagh y por quien incluso llegué a ver una película de serie B de vampiros adolescentes.

¡Y es que una, por muy doctora que sea, tiene sus debilidades y fetichismos!

NORTHERN EXPOSURE.
Mito del jardín fronterizo y triunfo pionero de la espiritualidad femenina y de la madre naturaleza en televisión.

por Sílvia Colominas.

Publicado en:
Film-Historia online.
Revista del centro de investigaciones de la Universidad de Barcelona (UB). Número 3, 2005.


Friday, February 24, 2006

1,2,3… ¿Se escucha?… ¡Eco, eco!

por Sílvia Colominas

Las series de televisión no sólo se ven y disfrutan sino que también se oyen pero a veces no se escuchan… Si escuchásemos con mucha atención en más de una ocasión experimentaríamos una reminiscencia proustiana auditiva… Volveríamos a nuestra más tierna infancia, a aquellos momentos felices –o, al menos, ingenuos- en los que nos gustaba gritar para escuchar cómo el eco nos devolvía nuestra propia voz…

Si hiciésemos semejante experimento con nuestras series preferidas veríamos que en nuestra memoria, aunque hay muchas y muy diferentes imágenes, no hay tantas y diferentes voces… -ni tampoco historias, aunque de eso ya hablaremos en otro momento-.

Caeríamos en la cuenta de que las voces de algunas de las más fascinantes femme fatale televisivas como Edie Britt (Nicolette Sheridan) de Mujeres Desesperadas, Samantha Jones (Kim Cattrall) de Sexo en Nueva York o Nikita (Peta Dupuis) de La Femme Nikita son una única voz, la misma voz. La voz de Mª José Castro. Que también dobló a Meredith Davies (Jessica Collins) tanto en Monk como en Tru Calling o a Susan (Stacy Edwards) en Caso Abierto.
También observaríamos que algunas de las chicas más dulces y con más poderes mentales de la tele suenan igual. Las rubias Kelly Campbell (Robin Wrigth Penn) de Santa Bárbara, Allison Dubois (Patricia Arquette) de Medium o la agente Samantha Waters (Ally Walter) de Profiler comparten voz con la columnista y fashion victim Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) de Sexo en Nueva York, la morena Hunter Randall (Krista Bridges) de Josh y el Sexo o Aliyah (Kara Douglas) de Xena, la princesa guerrera. Todas ellas están dobladas por Paloma Porcel.
De este modo, entre nuestras queridas series de televisión, se establece un entramado de lazos auditivos, de ecos no siempre reconocibles, que las unen de las maneras más insospechadas.
Cojamos por ejemplo a nuestras brujas más intrépidas… Las mágicas hermanas Prue (Shanen Doherty), Piper (Holly Marie Combs), Phoebe (Alyssa Milano) y, más tarde, Page Halliwell (Rose McGowan) y veamos nuestro propio libro de las sombras, en este caso, libro de los ecos.
El personaje de Prue está doblado por Olga Cano que también ha prestado su voz y dotes interpretativas a la dulce Jane (Josie Bisset) de Melrose Place, la peculiar Ally McBeal (Calista Flockhart) de la serie con su mismo nombre, a Sarah (Julie Bowen) de Perdidos, a Grace Santiago (Valerie Cruz) de Nip/Tuck, a la ligona Roz (Peri Gilpin) de Frasier o a la mujer más pelirroja y ordenada de la tele, Bree Van de Camp (Maria Cross) de Mujeres Desesperadas.

Por su parte, mi favorita, Piper, doblada por Adelaida López, también tiene su presencia en la isla desierta más habitada de la tele ya que comparte voz con Claire (Emilie De Ravin) de Lost y en Everwood, uno de los pueblecitos más entrañables de la pequeña pantalla y heredero de la inolvidable Cicely (Alaska), al ser la voz en las dos primeras temporadas de la enamoradiza e idealista Amy Abbot (Emily VanCamp). Ésta finalmente acepta a Ephram Brown (Gregory Smith) que es mucho más noble y fiable y nada tiene que ver con Oliver Trasck (Taylor Handley) de O.C. aunque ambos tengan la voz de Adolfo Moreno.

La reina de las premoniciones, como es conocida popularmente Phoebe, y de los cambios de look tiene la voz de Ana Mª Marí, que resulta ser también la voz de la no menos guapa Cordelia (Carisma Carpenter) de Buffy, la abogado Jaime (Jessica Capshaw) de la creación de David E.Kelley El abogado, la divertida Lorelai Gilmore (Lauren Graham) o la princesa pija Charlotte York (Kristin Davis) de Sexo en Nueva York.

Y la cuarta en discordia, la medio luz blanca y medio bruja, Page, doblada por Gloria Núñez nos suena a Meghan (Amanda Foreman), la extraña compañera de habitación de la protagonista de Felicity y a Becky Corner (Alicia Goranson/Sarah Chalke), la hija mayor de una de las madres más locas y realistas de la tele que protagonizaba Roseanne. E incluso a la extravagante Janeane Garofalo.

Siguiendo la estela de estos casos “paranormales” en los que los ecos nos invaden y las voces se reproducen vemos que ni los agentes del F.B.I. de Expediente X, Mulder (David Duchovny) y Scully (Gillian Anderson), tienen la exclusiva de sus voces. Mulder, doblado por Lorenzo Beteta tanto en la creación de Chris Carter como en el cameo de Duchovny en Sexo en NY, tiene que compartir su voz con el profesor plantado en el altar Max Medina (Scott Cohen) de Las chicas Gilmore o con Joe (Jake Weber) el comprensivo marido de la medium más famosa y actual. Y Scully tiene la misma voz que otra agente pelirroja, Maxine (Lauren Holly) de Roma, Wisconsin, el lynchniano pueblo con vallas blancas protagonista de Picket Fences. Las dos la de Laura Palacios.

El ser un agente del gobierno y tener placa otorga ciertos privilegios, como vestir uniforme o llevar arma, pero no el de tener una voz única. Así, el super atractivo C.S.I Warrick Brown (Gary Dourdan) no comparte bronceado ni altura pero sí voz –la del actor catalán Eduard Farelo- con el trajeado agente Michael Vaughn (Michael Vartan) de Alias. La compañera de éste, la valiente “elegida” Sydney Bristol (Jennifer Garner), doblada por Núria Trifol, hace lo propio con la novia de Eric de C.S.I y cuatro super stars del cine como son Christina Ricci, Keira Knightley, Natalie Portman y Scarlett Johansson. Mientras que la malvada y traidora mujer de Vaughn, Lauren Reed (Melissa George) comparte doblaje con Sofía Curtis (Louise Lombard) de C.S.I., ambas a cargo de Mar Roca.

La más veterana C.S.I. Catherine Willows (Marg Helgenberger), al igual que las atractivas y morenas Monica Geller (Courteney Cox) de Friends y la médico forense Jordan Cavanaugh (Jill Hennessy) de Crossing Jordan están dobladas por Concha García Valero, voz de las famosas actrices Madeleine Stowe y Kristin Scott Thomas.

El irresistible hombre de negro, Michael Samuel (Roy Dupuis) de La femme Nikita, resulta que sabe decir algo más que monosílabos, sabe incluso cantar como escuchamos gracias a Íñigo Barandiarán en Ally McBeal a través del personaje de Larry Paul (Robert Downey Jr) o incluso gracias al atractivo Matt (Doug Savant) del prolífico edificio en Melrose Place.
El agente buscador Martin Fritzgerald (Eric Close) de Sin rastro resulta ser un experto de la cirugía estética al compartir la voz de Gabriel Jiménez con el Dr. Sean McNamara (Dylan Walsh) de Nip/Tuck, quizá por eso da con los desaparecidos por mucho que éstos camuflen su aspecto.
Algunos chicos guapos no sólo tienen en común su atractivo físico sino una atractiva voz… Claudio Serrano, una de las miles de voces que últimamente se alternan el doblaje de Ben Affleck, es la voz en castellano de Christian Troy (Julian McMahon) de Nip/Tuck, Víctor Morrison (el irresistible Jon Bongiovi) de Ally McBeal y Jimmy Doherty (Eddie Cibrian), el bombero con los hoyuelos más sexies de la tele y de Turno de Guardia. También comparten voz los guapos secundarios; es el caso de Greg Sanders (Eric Szmanda) de C.S.I. Las Vegas y otro habitante de la ciudad del juego, Mike Cannon (James Lesure) de Las Vegas, ambos con la voz de José Luis Mediavilla.
Y hablando de atractivo físico. Volvamos a Wisteria Lane y a nuestras amas de casa favoritas… Mercedes Capeda es la voz de la superficial y hermosa Gabrielle Solís (Eva Langoria), al igual que lo es de la etérea protagonista de Anatomía de Grey, Meredith Grey (Ellen Pompeo), la malvada Lexi Sterling (Jamie Luner) de Melrose Place, Sam (Ivana Milicevic) de Buffy o la rubísima y de ojos azulísimos Julia McNamara (Joely Richardson) de Nip/Tuck. La simpática y entrometida Susan Mayer (Teri Hatcher) comparte la voz de María Antonia Rodríguez con Beth (Daget Brewsler) de Huff. Y Ana Wagener dobla a la gran mamma Lynette Scavo (Felicity Huffman) al igual que a la misteriosa Danielle Rousseau (Mira Furlan) de Lost, a Janice Soprano (Aida Turturro) de Los Soprano y a Lorelai Gilmore (Lauren Graham) antes de su cambio de voz que, como hemos dicho antes, la llevó a sonar igual que Charlotte de Sexo en Nueva York.

Las voces de nuestras series de ficción preferidas se adentran incluso en el mundo de la animación. Así Rory Gilmore (Alexis Bledel) de Las chicas Gilmore, la pequeña Claudia Salinger (Lacey Chabert) de Cinco en familia y Molly (Clara Bryant) de Buffy comparten cuerdas vocales con Lisa Simpson, las de Isacha Mengíbar.

Y podríamos seguir encontrando coincidencias sonoras hasta el fin de los tiempos. Incluso podríamos observar casos tan curiosos como ver que en el mismo capítulo de una serie, diferentes personajes secundarios tienen la misma voz… Así sucedió ayer en una de las creaciones de Dick Wolf, Ley y Orden; Unidad de Víctimas Especiales. En el episodio de ayer, los agentes Olivia Benson (Mariska Hargitay) y Elliot Stabler (Christopher Meloni) encuentran una pareja muerta en el parque y la mujer del fallecido tiene la misma voz que la abogado que defiende al primer sospechoso, ambas la voz que tenía Kelly Taylor (Jennie Garth) de Sensación de vivir que era doblada por Mayte Tajadura.

Pero, a pesar de todo lo observado y escuchado hasta este instante, cabe destacar la profesionalidad del doblaje en nuestro país que, aunque parece que la mayoría del trabajo lo hace un grupo reducido de personas, logran esa falsa ilusión de que nos parezca que cada uno de los personajes que interpretan tiene su propia voz, única e intransferible.


La falsa ilusión de diversidad en televisión; ¿Vemos doble?

por Sílvia Colominas

Desde hace unos años el mundo televisivo de nuestro país vive una explosión de nuevas posibilidades. Aparecen nuevos canales, plataformas digitales, la nueva televisión terrestre… Pero, al contrario de lo que cabría esperar, más canales no es sinónimo de más diversidad… En realidad la falta de dinero –seguro que no de profesionales con ideas y entusiasmo- hace que no se produzcan proyectos audiovisuales nuevos para llenar todas estas nuevas horas de televisión. Los nuevos canales apenas tienen producción propia y echan mano de la compra de paquetes a las distribuidoras. Esto no sería tan criticable sino fuese porque todos compran los mismos paquetes!!!

Seguro que muchas personas que, como yo, están pagando los servicios de Digital + se preguntan porqué pagar por la televisión cuando los canales de pago ofrecen las mismas series que los canales en abierto… Un simple vistazo a la programación nos permite ver que los jefes de programación de los distintos canales han establecido con las distribuidoras contratos de poca exclusividad. Se alquilan los derechos de emisión de una serie por ventana con más o menos exclusividad, pero ésta debe ser un plus muy caro a la vista de lo que sucede.

El “innovador” canal Cuatro ofrece Crossing Jordan como Cosmopolitan de Digital + o House como la Fox. Emite las nada conocidas (capten por favor la ironía) Friends y Melrose Place antaño emitidas hasta la extenuación por Canal + y Tele5 respectivamente. Y ahora anuncia The Closer a pocas semanas de su estreno en Calle 13…


El canal Cosmopolitan suele bautizar en pay per view las series de canales autonómicos como tv3. Así emitió Cinco en Familia, conocida por los catalanes como Tots Cinc y Doctoras de Filadelfia -con la bellísima Janine Turner en sus primeras temporadas- que a ver qué tarda en emitirla Cuatro… ya que ésta (¿o Cosmopolitan?) ya emite desde hace poco La juez Amy, actualmente también en tv3.

¿Qué fue de aquel interesante y refrescante Paramount Comedy que nos deleitó con la doble reposición de Doctor en Alaska de principio a fin? Ahora Paramount y FDF son zona de aburrimiento feroz con reposiciones sin fin de series españolas como Los Serrano, Aquí no hay quien viva o Mis adorables vecinos también en Tele 5 y Antena 3.

El efecto de ver doble sucede con muchísimas otras series como C.S.I. (tele 5-AXN), Las Vegas (Cuatro-Fox), Caso Abierto (creo que en la Fox y La2), Gilmore Girls, cuyos viejos episodios pueden verse en la Fox mientras la 2 juega con nosotros al ratón y al gato emitiendo por sorpresa y sin previo aviso las nuevas temporadas según le viene en gana.

¿Y qué ha pasado con Sin rastro? Los seguidores de esta maravillosa producción de Bruckheimer tenemos que conformarnos con ver repetidas las aventuras del equipo del F.B.I. capitaneado por Jack (Anthony LaPaglia) –quiero descatar al agente Fitzgerald interpretado por el adorable Eric Close- en Digital + porque Antena 3, tras el estreno del episodio de la nueva temporada, la retiró –aunque comentan que ya vuelve- para emitir un especial de Pasión de Gavilanes (sin comentarios) y rescatar Los Hombres de Paco.

Tener más canales y más mandos no hace que el zapping sea más variado y divertido, sino repetitivo, repetitivo, repetitivo… El espectador se adentra en un círculo que llega a confundirle… porque a veces, en una vuelta de tuerca macabra, no sólo se emiten las mismas series en distintos canales, sino que se emiten simultáneamente, es decir, el mismo día a la misma hora… ¿House en Cuatro contra House en la Fox? ¿Reposición contra nuevo episodio?¿Qué clase de contraprogramación es esa?

A todos aquellos que pagamos por amor a la televisión, decirles que nos queda el consuelo de tener más diversidad de horarios, menos cortes publicitarios y cierta exclusividad, al menos de momento, de series como Monk o Ley y Orden (Unidad de Víctimas Especiales y/o Acción Criminal), Mujeres Desesperadas (cuyo estreno en marzo promete, aunque seguro rescatará la televisión en abierto...) o Anatomía de Grey … ¿O ésta también está ya en Cuatro?

Monday, February 20, 2006

NORTHERN EXPOSURE.
Crónica de un Estado de Ánimo


Gracias a Doctor en Alaska creo que los árboles pueden hablar.
Creo que una mujer puede volar desde un acantilado como un águila.
Creo que un oso puede convertirse en hombre y volver de nuevo a su estado.
Creo que una mujer embarazada puede hablar con su hija nonata cara a cara.
Creo que un hombre puede reencarnarse en un perro.
Creo que un cineasta en potencia y un disc jockey ex convicto pueden enseñar a una grulla a bailar.
Creo que un beso puede restaurar la voz de un hombre.
Creo que el diablo es un vendedor de saunas.
Creo que una persona puede soñar los sueños de otra.
Creo que un hombre puede hibernar como un oso.
Creo que lanzar un tomate a alguien puede ser un acto de amor y amistad.
Creo que un cuervo es tan buen símbolo de las Navidades como Santa Claus.
Creo que un doctor puede realizar cirugía bypass al motor de un avión.
Creo que el agua puede hacer que los hombres y las mujeres intercambien sus identidades de género.
Creo que los lanudos mamuts congelados son un buen manjar.
Creo que Napoleón no estuvo en Waterloo.
Creo en chefs sociópatas semejantes a Yeti; en medio hermanos que se encuentran el uno al otro a través de los sueños; en correr desnudo por las calles durante el deshielo en invierno.
Y creo que es posible que un hombre se adentre unos pocos pasos en la niebla de Alaska y termine en el Ferry de Staten Island.

En pocas palabras, creo en la magia. Así que, lógico de mí, no más argumentos lógicos.


Este poema de Aimee Parrot describe lo que sentimos todos los cicelianos o moosers. Empecé a ver Doctor en Alaska (Northern Exposure) hace más de una década cuando TV2 la emitía de madrugada, por algo que me dijo mi hermano a quien debo agradecer el haberme descubierto esta joya escondida en las nocturnas ondas televisivas. Él me invitó a ver esta serie porque quería que viese a Marilyn, la asistente de un médico judío y quejica de New York. Al principio no la encontré demasiado atractiva por su apariencia rural y pensé que Marilyn seria la típica rubia tonta con uniforme de enfermera. Pero, a medida que avanzaba el episodio, me sentí atrapada por la magia de la gente de Cicely. Estaba ansiosa por ver a la famosa Marilyn y, cuando finalmente la ví, sonreí abiertamente. Pero… ¿realmente importaba su físico? No. A esas alturas yo ya estaba atrapada por el “No sé qué” de Doctor en Alaska y hasta hoy en día.

Si tuviese que decir qué es exactamente lo que me gusta de Doctor en Alaska creo que podrían pasarme dos cosas opuestas. Me quedaría sin palabras y contestaría con un elocuente silencio al más puro estilo Marilyn o, por el contrario, me perdería en una interminable y abstracta incertidumbre filosófica como Chris-Por-La-Mañana. Es muy difícil definir qué significa esta creación de Brand y Falsey para mí. Como solemos decir cuando algo cautiva porque emana arte; “Doctor en Alaska tiene duende”. Es, en palabras de Peter Tortorici, el tipo de serie que da a las personas no predispuestas a ver televisión una razón para hacerlo.

Esta serie no sólo tiene un valor personal para mi como espectadora sino también un gran valor profesional y académico como recién doctorada porque en su momento decidí unir mi pasión por ella con mi vida académica y desentrañar sus claves narrativas y simbólicas, quizá en un intento de hallar la respuesta a esa pregunta tan difícil. Así pues, con una maleta llena de sueños y una Tesis por escribir, me planté en Roslyn, el pueblecito de Washington que representaba a Cicely, Alaska, en plenos Moose Days (http://www.cicelyonline.com/nttf/art_md.htm). De las mejores decisiones de mi vida. Como dice Susie Weis, organizadora de este Festival y extra en la serie cuando ésta invadía su pueblo, Roslyn es un lugar mágico para cualquier mooser, un Campo de Sueños o un Shangrala.

No hay palabras que plasmen lo que uno siente al llegar a Cicely, aka Roslyn, y andar por su calle principal como una newcomer como Joel. El primer día mis ojos abiertos como platos al igual que mi boca decían más que mis palabras que, en ese instante, eran simples balbuceos de emoción e incredulidad. No podía creerme que estaba allí delante del mural del camello, el Brick, la tienda de Ruth Anne, la K-OSO, todos esos lugares repletos de hermosos recuerdos afortunadamente podemos revivir eternamente por televisión. Si agudizabas los oídos podías escuchar el eco de sus voces, de nuestros queridos compatriotas, a Chris Por-La-Mañana (o Por-La-Tarde, A-Medianoche, A-Cualquier hora...) dando los buenos días desde la radio, a Maggie y Joel discutiendo frente a la consulta, a Shelly charlando con Ruth Anne en la tienda, etc. Incluso hay quienes veían a Morty, el alce, paseando al son de la armónica de Schwartz, con quien tuve el placer de hablar.




Mi lugar preferido, aparte de la consulta de Fleischman, era el mural del Roslyn´s Cafe (aka sin la ´s) y la curva de la carretera donde está situado. Esperaba que Joel entrase corriendo al pueblo... el principio de todo...


Roslyn estaba llena de fans fáciles de identificar con sus cámaras de foto posando frente a cada uno de los emblemáticos edificios de su querida Cicely. Muchos coches preguntando por el instituto rebautizado por esos días como Tranquility Base que hacía de Meeting Point.

Durante el Bus Tour visitamos localizaciones espectaculares; el aeropuerto de Maggie, la tumba que Ed regala a Ruth Anne -allí mismo está enterrado Jesse- y el despeñadero por el que Chris arroja su Harley por amor. Unos paisajes indescriptibles cuya grandeza y hermosura no captan las fotografías ni las cámaras de video. Dan Dusek, nuestro guía y organizador de exteriores de Doctor en Alaska, nos contó muchas anécdotas y accedió a una entrevista para mi Tesis. Hablar con él, al igual que con el guionista Jeff Melvoin o con el mismísimo Joshua Brand fue realmente enriquecedor.

Aparte de por tener como telón de fondo el paisaje y el pueblo de Roslyn, los Moose Days son especiales por sus gentes. Realmente el estado de ánimo de Cicely se siente en cada momento. Fue maravilloso compartir unas risas con todos ellos; Rosie, Chuck, Crystal, Susie, Doug, Jerrilynn, Kathy, Linda, James y Justice, Steve, Kurt y muchos otros.
¡Qué decir de conocer a algunos actores! Barry Corbin es Maurice. Con su sombrero de cowboy y su peculiar manera de hablar es inconfundible. Es un hombre de infinita paciencia y cariño con sus fans. Cenando con él vi lo querido que es por todos. Había una larga cola esperando para pedirle un autógrafo, hacerse una foto con él o simplemente contarle hasta qué punto la serie les enriqueció la vida.

Moultrie Pattern (Walt) nos hizo saber que él y Ruth Anne siguen trabajando en lo de tener niños… Rosetta Pintado, la madre india de Joel, también compartió sus recuerdos del rodaje. ¿Sabíais que la historia de amor de Maggie con el Hombre-Oso partió de una leyenda india?

Un gran jolgorio fue La Carrera de Toros que precedió al Desfile. Los hombres se lanzaron semidesnudos a la conquista de la calle principal deleitando a los espectadores con la agilidad de sus movimientos, la emoción de su carrera y la variedad de sus shorts.

Y llegaron las esperadas entrevistas telefónicas con más guionistas y actores. Algunos nos perdimos a Robin Green y Mitchell Burgess porque tuvimos que aguardar la segunda tanda de espaguetis. Acababa de llegar con ellos cuando oí que John Cullum (Holling) preguntaba por mí, le saludé y me contó que tenía el Quijote de madera que le envié como agradecimiento por su entrevista en su camerino del Teatro de New York.

El siguiente fue Rob Morrow (Joel) que nos comentó que era afortunado por haber trabajado en una serie que estuvo cinco años en antena. Rob recordaba con especial cariño su danza india en la segunda temporada y la diversión que le supuso interpretar a Jules, el hermano gemelo pero opuesto de Joel.

Richard Cummings Jr. (Bernard) tuvo problemas de cobertura pero el detalle de insistir hasta conseguir hablar con nosotros. Comentó que el episodio en que él aparece por primera vez sufrió un cambio en el orden original de emisión para que la audiencia aceptase mejor que Chris tuviese un medio hermano de color.
Cynthia Geary (Shelly) es dulce como su personaje. Llamó desde un concierto y éramos interrumpidos por la música. Recibió una propuesta de matrimonio de un fan y comentó que era adulador tener el amor de Maurice y Holling. Recordó con cariño la escena en que canta a su hija nonata a dúo con Holling.

Finalmente una pandilla fuimos al Roslyn Café a desayunar y despedirnos pero no para siempre porque nos encontraremos en años venideros. Como canta Iris Dement; “Me voy mañana pero no me quiero ir, te quiero, mi pueblo, siempre estarás en mi alma”… Eché una última mirada a mis compatriotas mientras me alejaba de Nuestro Pueblo. Allí estaban, con los brazos alzados, delante del mural del Roslyn Café, junto a la curva por la que Joel siempre se me aparecía en visiones. El adentrarme en Doctor en Alaska no sólo me permitió conocer mejor la serie sino conocerme mejor a mi misma. Gracias a Doctor en Alaska he aprendido a ser más espiritual. Cicely es un pedazo de alma con su propio latido que me ha dado fe en la naturaleza, la amistad, el silencio, la palabra, la ciencia, el mito, la leyenda y los cuentos de hadas.

Carta de Ajuste. Boletín mensual de la ATV. Nº 80. Junio 2005.
_Por Sílvia Colominas